10 feb 2008

UN CUENTO CON CUENTISTAS

Lena Yau





El hecho (o el iceberg de Hemingway)

Un grupo de personas aguarda su turno en la sala de espera de un Centro de expedición de Certificados Médicos para conducir. La tarde transcurre como cualquier otra tarde. Pasados diez minutos de la consulta del cuarto paciente sucede un imprevisto. Voces que suben de tono hasta convertirse en gritos, sillas que se arrastran, golpes, amenazas, solicitud de ayuda. El guarda jurado hace el ademán de entrar al consultorio. Se escucha un golpe seco y la puerta se abre. El paciente arrastra al médico por la bata. El guarda jurado lo desengancha, le propina un par de peinillazos, amenaza con privación de libertad al agresor. El agresor se marcha insultando.

La historia del cuento debe ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada debe parecer real. (Julio Ramón Ribeyro).

En la declaración el médico dijo no haber provocado al paciente en ningún momento.

“Sólo dije: estrella. Apenas pronuncié la palabra sentí algo parecido a un bramido. Miré los ojos del hombre y eran verdes. Su rostro era verde. Su cabello era verde. Extendió sus manos hacia mí, más específicamente hacia mi cuello. Pude observar que las cubría un limo verdoso, traté de salvar mi cuello pero se hizo con las solapas de mi bata. El hombre ahora gritaba un idioma incomprensible. Cuando abrió la boca juro que pude ver lianas que atravesaban su cavidad bucal. Moría del asco, las piernas me flaqueaban, sentía arcadas… Lo notó y me alzó en peso, me levantó sobre su cabeza mientras me hacía rotar sobre mi eje, me sentía como la hélice de un helicóptero. Grité tan fuerte como el mareo me permitió. El hombre abrió la puerta de un golpe, con mi cabeza. Me bajó al suelo y me arrastró hacia la sala de espera. Por fortuna allí estaba Juvenal. Los pacientes miraban con terror al hombre verde. Juvenal lo acorraló con la peinilla. El hombre huyó dejando un reguero de hojas podridas tras de sí. ¿Puedo irme ya? Tengo hora para la antitetánica”.

No es indispensable que el tema a contar sea una historia con principio, medio y fin. Una escena trunca, un incidente, una simple situación sentimental, moral o espiritual, poseen elementos de sobra para realizar con ellos el cuento. (Quiroga)

Deseaba resolver esto hoy. Era el último consultorio que le faltaba para completar la lista. Siete veces había hecho la prueba y siete veces había tropezado. Esta vez no ocurriría. Se había preparado a consciencia. Nada podía fallar. Necesitaba el certificado médico. Podía comprarlo como hace la mayoría, pagar con billetes, hacerlo con disimulo o con descaro, habilitar el trámite, así se decía de forma elegante, se lo habilito, caballero, era igual a decir, págueme y olvide el examen. Pero no. Para él era un punto de honor. Se enfrentaría a la prueba y vencería. ¿Y si no era capaz? ¿Y si no lo lograba? Sintió sus sienes sudando hielo. Cerró los ojos. Apretó los parpados con toda la fuerza que pudo. Miles de puntos centelleaban sobre un fondo oscuro. Puntos que se teñían de color según corrían los segundos. Contó. Tres rojos. Dos azules. Dos de plata. Se fugan los puntos. Sintió una punzada en medio de la frente. Abrió los ojos. No. No tiene miedo. Saca pecho. De eso nada.

¿Forma y contenido? Cualquier escritor sabe que ha conseguido decir lo que quería sólo cuando siente que lo ha dicho como quería. (Andrés Neuman)

Removía la tierra mientras repetía la secuencia:

Ocho – Dos – Cinco –Nada- Nada- Oruga- Manzana- Limón
Ocho – Dos – Cinco –Nada- Nada- Oruga- Manzana- Limón


Miró al cielo. Era la hora.

Un relato visible siempre esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie. (Ricardo Piglia)

Anushka lo vio salir de consulta hecho un demonio. Pasó a su lado sin mirarla siquiera, balbuceando, espumeando, humeando. Detrás de él un guarda jurado ahogaba un alto ahí, deténgase en nombre de la ley, un médico con los anteojos rotos y la bata arrugada y manchada de verde, dos pacientes riendo, una con la mano en el pecho llorando, el resto consolando, transeúntes inquiriendo explicaciones, vendedores ambulantes. Lo mismo de siempre. Le había pedido mil veces, dilo, por favor, así será más fácil. Pero Vladímir es terco, no quiere un sello en su certificado médico, no quiere que nadie sepa que es daltónico. Piensa que no le conviene… ¿quién contrataría a un jardinero daltónico? Nadie. La culpa fue de la estrella. Siempre preguntaban números y frutas. Siempre en el mismo orden.

Todo por una puta estrella.

Un lector que perciba el cuento como un vicio solitario. El y las palabras. (Juan Carlos Méndez Guédez).

-¿cree que todos deberíamos ponernos la antitetánica?
-No estaría de más… era un monstruo. ¿Me puedo ir?
-Sí. Dígame nombre y apellidos para devolverle su documentación.
-José Luis. Doctor José Luis Estrella.

En casa y más calmado, Vladimir decidió intentarlo una vez más. No soy un perdedor, se dijo, mientras saboreaba un sándwich de berros y alfalfa.



http://milorillas.blogspot.com

11 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Ésto se merece un aplauso inacabable.

Buenísimo MO.

Te felicito.

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

Ña Coqueta:

Clorofilicamente bueno.
Dalton te debe una copa de vino.

Todo lo mejor para ti.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Me encantó Lena Yau, está maravilloso.

Humberto Valdivieso.

Patricia Angulo dijo...

¡¡¡MO SOS MI IDOLA!!!

Aplaudo parada sobre la silla y hasta que me saquen de la sala los cuidadores bajo amenaza de inyección :))

Besos

Catalina dijo...

Buenisimo! MO! eres mi estrella! jajajaja! (no pude evitar decirlo...perdon...)

Maria D. Torres dijo...

Joer Lena, que he quedado VERDE de la envidia!
Dime qué comes!!!!!!!!!!!!!!!!!!

IMAGINA dijo...

Jajajajajaja. Si así estamos verdes cómo estaremos maduras.
Un beso,

La Gata Insomne dijo...

Lena, que maravilla!!! la estructura!!
eres mi ídola al cubo (ya fuiste al cuadrado)

la verdad es que no sé qué esperas

PD: Mi papá era daltónic, mi hijo-chef lo es!!!!(qué pensará que es la escarola???? y los berros???
Ay que no lo noten el el restaurant!!!

besos muuuuchos besos

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Mis dos maridos (el que tuve y el que tengo): daltónicos....

qué pensara mi inconsciente....

jjajajajajaja